¿Quién eres cuando no hay nadie cerca?

Estuve todos estos días sin escribir porque mi vida era demasiado tranquila y necesitaba aprovechar la circunstancia. Cualquiera que tenga ansiedad sabe cómo es cuando decide tomarse unas vacaciones y finalmente nos deja vivir en el presente. Espero que lo entiendas, puedes.

Tomé un descanso de las redes sociales y noté una gran mejora en mis crisis. Quizás debería reconocer que aún no tengo la madurez psicológica para ver tanta gente “feliz” cuando mi vida estaba patas arriba. Algunos dirán que envidio las alegrías de los demás, pero no es eso (o tal vez lo sea). Simplemente no podía entender cómo tanta gente estaba perfectamente bien mientras yo no podía levantarme de la cama.

No creo que sea envidia, es miedo. Miedo de que todas estas personas se escondan de su tristeza, como lo hice yo durante mucho tiempo. ¿Realmente tienen sus vidas encaminadas o también pasan la mitad del día fingiendo que están bien?

dueño de tus miedos

Hemos creado una sociedad que tiene miedo de decir que está mal. Hoy en día, las personas son incapaces de analizarse a sí mismas y reconocer sus problemas. Incluso puede ser un mecanismo de defensa que inventamos para sobrevivir en medio de la era digital, pero aun así nos llevará al borde del abismo, generando ventanas cada vez más traumáticas en nuestro subconsciente.

Un ser humano que no es capaz de comprender que está sujeto a los fracasos y al dolor es incapaz de evolucionar.

Durante este período de ausencia de la vida de otras personas, pude ver e identificar imperfecciones, grietas y vicios que llevo dentro de mí. Estamos todo el tiempo mirando el césped del vecino, pero no nos damos cuenta del precioso tiempo que perdemos haciéndolo.

Nos comparamos con personas exitosas, pero que viven algo totalmente fuera de nuestro propósito. Tratamos ciegamente de encajar en situaciones que no queremos y no nos gusta complacer a personas que ni siquiera conocemos. Todo esto porque necesitamos la aprobación de la sociedad para sentirnos completos. Cada “me gusta” en una foto o cada vista de una historia es capaz de inflar el más frágil de los egos.

Por difícil que fuera, logré reconocer una parte de mí limitada, snob, hipócrita e insegura que suplié de cosas insignificantes y mediocres. Cuando cayó el centavo, me pregunté: ¿quién soy?

¿Quién eres tú?

Si te miras en el espejo, duele. Todavía me duele cuando me miro y veo las cicatrices que me hice por creer que encajando aquí y allá, sería feliz.

Realmente no creo que hayamos evolucionado, todo lo contrario; estamos en constante regresión. Nos convertimos en individuos que no se permiten cometer errores. El fracaso es frustrante, pero en lugar de aprender de él, nos inclinamos. Tenemos una generación de gente fútil y débil que no vive lo que quiere y se siente frustrada por ello.

Cuando me permití mirar dentro de mí y reconocer con toda convicción que había errores que corregir, pude ver que nadie más podría lastimarme. Porque por primera vez en 25 años fui honesto conmigo mismo y me dije “no”. Vivimos en una sociedad que siempre está lista para un “SÍ” pero nunca para un “tal vez” o un rechazo.

Así que tenemos una generación de personas que están deprimidas, ansiosas e incomprendidas por sí mismas.

Mientras seas honesto contigo mismo, verás que las cosas pueden salir mal y eso está bien. No te compares con otras personas, no te lastimes. ¿Quién eres hoy y quién eras hace un año? Evalúa tu evolución contigo mismo. Así es como funciona el proceso.

Tu personalidad comienza desde el momento en que termina la comparación.

Entiende cómo la autoestima se refleja en quiénes somos, haz clic aquí y comprende más.

Mírate en el espejo y mira: ¿Quién eres cuando no hay nadie cerca ?