Claustrofobia: Miedo a los Lugares Cerrados

Consejos
Por: Redação
15/12/17

En la claustrofobia, o miedo a los lugares cerrados, las impresiones psíquicas se vuelven físicas: el ambiente se “encoge”, el techo insiste en acercarse, las paredes se comprimen, las piernas y las manos tiemblan desmesuradamente, el sudor corre, la boca seca y el corazón parece querer ser el primero en salir de allí, perforando el pecho. Los ascensores son la ilustración habitual de este tipo de fobia.

El miedo a los lugares cerrados, a los lugares abiertos, a las multitudes, a la oscuridad, a las alturas, entre otras fobias, son reacciones normales que sirven a cualquier ser racional para distinguir lo que es peligroso o no. La exageración, sin embargo, puede ser un trastorno psíquico, pero la cura es posible. ¿Quién no ha sentido miedo todavía? Las fobias, como otras enfermedades de la mente, existen desde los tiempos más primitivos. Sin duda, el miedo en tiempos prehistóricos era completamente diferente. En la sociedad moderna actual, hay personas que le tienen terror a los dentistas, aviones, montañas rusas, alturas, entre otros, que son reacciones psicosomáticas inherentes del cuerpo ante el peligro inminente, provocando sudoración, pánico, aumento de adrenalina, ritmo cardíaco, etc.


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Hay muchas personas, sin embargo, que tienen un miedo muy exagerado a algunas situaciones del día a día, especialmente en lugares cerrados, como ascensores, trenes o aviones, por ejemplo. La fobia también puede presentarse cuando la persona está rodeada por una multitud. La claustrofobia, sin embargo, no es una enfermedad, sino un síntoma, generalmente acompañado de un trastorno conocido como agorafobia: el miedo a estar en un lugar público lleno de gente, donde el individuo no puede salir fácilmente si no se siente bien.

Las fobias se pueden clasificar en dos grupos

En el primero, se encuentran las fobias comunes, es decir, aquellas cuyos signos son el miedo excesivo a cosas que todos, en cierta medida, temen, como algunos tipos de animales, la oscuridad, la muerte, las enfermedades, etc. En el segundo, el miedo está vinculado, no a un objeto específico, sino a un entorno determinado, como es el caso de las agorafobias. Son fobias contingentes, de naturaleza contextual, es decir, se manifiestan dentro de un contexto.

Es muy común tener confusión en la comparación entre agorafobia y claustrofobia. Se piensa que el primero sería el miedo a los espacios abiertos y, por tanto, lo contrario del segundo, el miedo a los espacios cerrados. La agorafobia no es el miedo a los espacios abiertos como suele decirse, sino el miedo a los lugares donde escapar es vergonzoso o difícil, que muchas veces puede ser un espacio grande, como una estación de metro o un estadio de fútbol. “La confusión debe existir por el hecho de que los espacios públicos son lugares grandes y generalmente abiertos, pero no es el caso del metro, que está confinado. La afirmación “que uno es contrario al otro” no es cierta porque una persona con fobia a los ascensores puede tener tanto agorafobia como claustrofobia”, explica la psicoterapeuta y directora del Instituto de Psicoterapia Avanzada, Maura de Albanesi.

Otra confusión pertinente es que las crisis suelen ocurrir en lugares cerrados y también porque los conceptos son muy similares (agorafobia – miedo a los lugares de difícil escape y claustrofobia – miedo a los lugares cerrados). Si la persona le tiene miedo al ascensor solo porque es un espacio confinado, es claustrofobia. Si, por el contrario, el individuo tiene miedo de sentirse enfermo (lo que no significa necesariamente estar atrapado en la cabina) y no ser ayudado, se caracteriza por un miedo anticipatorio, típico de la Agorafobia.


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Incluso unos pocos segundos en un contexto claustrofóbico son suficientes para desencadenar un complejo de síntomas en las víctimas de este trastorno. Empiezan a evitar estas situaciones, consideradas de riesgo. Es difícil evaluar las causas de este problema, ya que pueden ser múltiples. Quienes padecen algún tipo de ansiedad tienen una mayor tendencia a presentar este trastorno, ya que cualquier experiencia traumática en un lugar cerrado puede ser el estímulo inicial para desarrollar este tipo de fobia en estas personas. “Por lo general, estas personas se aíslan y evitan lugares que puedan generar contextos claustrofóbicos, ya que se dejan dominar por el miedo, retirándose a lugares donde se sienten más seguros”, explica la psicoterapeuta.

Tratamiento

Por lo tanto, es fundamental tratar este trastorno para que no empeore y evolucione hacia otras enfermedades mentales. En este sentido, es importante combinar la psicoterapia con antidepresivos. La psicoterapia tiene como objetivo reestructurar la mente, identificar los miedos y trabajar los aspectos irracionales de cada uno de ellos. “La curación completa es de hecho algo muy real y posible. Tanto el claustrofóbico como sus familiares deben aprender a aceptar esta realidad. Sólo así será posible eliminar de una vez por todas estos efectos incómodos de la cotidianidad a menudo agobiante de nuestra civilización. El autoconocimiento y la autocomprensión pueden ayudar al paciente a liberarse de esta y otras fobias”, completa Maura.

En su mayor parte, los claustrofóbicos tienen miedo de morir y, por lo tanto, no tienen el miedo específico a los espacios cerrados. Los pensamientos relacionados con estos pacientes adquieren gran importancia en el diagnóstico de la patología y, en este caso, el miedo a morir por falta de aire es el más recurrente. “A veces, las personas no tienen miedo de volar, pero tienen fobia a quedarse atrapadas en ese lugar, porque si hay un problema, no tienen adónde ir.

Aunque aún no se han dilucidado las verdaderas causas de las fobias, se sabe que ahí hay un componente genético, ya que más del 70% de las personas fóbicas tienen familiares con el mismo problema. También puede estar relacionada la exposición a situaciones similares a las que provocan miedo, la represión sufrida en el pasado, entre otros factores. Las manifestaciones de la enfermedad suelen comenzar en la infancia, y deben ser tratadas, ya que tienden a empeorar con los años; y causar malestar a la persona, lo que puede interferir en sus relaciones sociales.

Desde hace unos seis meses, el estudiante de administración Fábio Andrade, de 23 años, sufre de claustrofobia. Evita los ascensores, teme las escaleras oscuras y le aterroriza la improbable posibilidad de quedar atrapado dentro del baño. Para Fábio, incluso una ventana cerrada puede ser asfixiante. “Siento que me voy a desmayar, mi corazón se acelera, mi mente se tuerce y mi visión se nubla”, dice.

¿De dónde viene?

La claustrofobia de Fábio apareció de repente y todavía no podía entender la razón del trauma. De hecho, no siempre es fácil encontrar el motivo, ya que no existe una única causa. Según el psiquiatra Gilson Volpe, “las personas naturalmente ansiosas o con fundamentos reactivos tienen predisposición a desarrollar el trastorno”. Para alguien con esta personalidad, las experiencias traumáticas en el interior son el desencadenante. La presencia de alguien que es claustrofóbico en la familia también puede iniciar lo que los psicólogos llaman aprendizaje de modelado. Algunas corrientes incluso apuntan a la represión de los impulsos sexuales y los sentimientos de culpa como una de las causas de la fobia.

Retirarse del mundo obviamente no es la mejor manera de enfrentar este temor irracional. Este es uno de esos trastornos donde la psiquiatría y la psicología van de la mano. Según el psiquiatra Gilson Volpe, existen dos grupos de fármacos más recomendados para el tratamiento de la claustrofobia, los ansiolíticos y los antidepresivos. “Inhiben la recaptación de serotonina, que es la responsable de la ansiedad”, traduce. Los resultados suelen ser rápidos, pero existe el riesgo de que vuelva el miedo cuando se suspende el medicamento.

Por ello, el tratamiento psicológico es de suma importancia para la cura de la claustrofobia. La psicóloga Sonia Maeda aconseja la terapia focal a través del enfoque conductual. En esta línea terapéutica, el claustrofóbico sufre efectos de relajación, abriendo la puerta a que el psicólogo lo conduzca a una reestructuración cognitiva. “Es necesario armar una jerarquía de miedos, desde los más terribles hasta los más pequeños, y trabajar la irracionalidad de cada ítem. A partir de ahí, el psicólogo anima al paciente a exponerse a situaciones que considera de riesgo”, informa Sonia, refiriéndose al método conocido como desensibilización sistemática.

Sin duda, este no es el más simple de los trastornos, ya que trae muchos impedimentos. Pero el claustrofóbico puede, eso sí, lograr una curación completa. Para ello, es muy importante detectar las raíces del miedo y, como decía Sonia, exponerse poco a poco a ellas.

La duración del tratamiento psicológico varía según el grado de la fobia y cómo pretende ayudarse a sí mismo. También vale la pena recordar el papel de la familia en aceptar el miedo como parte de un comportamiento no saludable, sin criticarlo. Al final de la terapia, asociada a los medicamentos, es posible cerrar de una vez por todas las puertas de este miedo irracional.

Se recomienda que el paciente practique ejercicios, tenga una dieta equilibrada y seguimiento terapéutico, con el fin de reducir el esguince y aumentar la autoestima y la confianza, esenciales para el éxito del tratamiento.

Una técnica muy utilizada es la de la autoexposición, en la que el individuo fóbico se enfrenta paulatinamente a situaciones que le provocan miedo, pudiendo recuperarse por completo al final del tratamiento.

Redação Redator(a)
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